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Traducido por Carlos Passage, cpassage@billboard.com.co
«Es muy raro que un colombiano entre en una categoría puramente mexicana», dice el nominado al Grammy por primera vez. «Parece surrealista, pero sé que es el resultado de todo nuestro arduo trabajo».
Cuando la estrella colombiana Jessi Uribe se enteró de su nominación a los GRAMMY 2025 en la categoría Mejor Álbum de Música Mexicana (incluyendo Tejano), apenas podía creer la noticia.
«La nominación fue una llamada de atención», dijo a GRAMMY.com. «Me hizo entender que necesito seguir haciendo lo que mejor sé hacer: componer y cantar música romántica, siendo fiel a mi esencia».
Su trabajo nominado, De Lejitos, es un álbum absolutamente romántico en el que Uribe navega por historias de desamor, amor y crecimiento personal. De Lejitos presenta una combinación perfecta de música popular colombiana con rancheras y banda de México a través de un ensamble de guitarras, bajo, trompetas, arpa colombiana y acordeón, entre otros instrumentos.
Uribe es el primer artista colombiano que compite en esta categoría, tradicionalmente un escaparate para los artistas mexicanos, y comparte la nominación con grandes figuras del género como Peso Pluma, Carín León y Chiquis.
Para algunos puede resultar inesperado que un artista colombiano obtenga una nominación al GRAMMY en una categoría que celebra la música mexicana. Sin embargo, es un testimonio de la profunda influencia cultural de México en América Latina desde mediados del siglo XX.
Generaciones de toda Colombia y la región en general crecieron con la música mexicana como banda sonora de sus vidas: en bodas, graduaciones y celebraciones de cumpleaños. Figuras legendarias como Pedro Infante, Vicente Fernández y Juan Gabriel han sido invitados de honor a través de su música, sus voces entretejidas en la trama de la vida latina.
La influencia de la música ranchera y la cultura mexicana llegó por primera vez a Colombia a principios de la década de 1940, durante la época dorada del cine mexicano. Este legado musical inspiró a los artistas colombianos a crear su propio género folclórico, infundiendo sonoridades mexicanas con instrumentos colombianos como el acordeón. Así nació lo que ahora conocemos como música popular colombiana.
Para Jessi Uribe, esta influencia comenzó en la infancia. Vio a su padre, un cantante de mariachis, narrar historias de amor y desamor a través de la música. A los 15 años, Uribe siguió los pasos de su padre y se aventuró en la música ranchera, una actividad que ayudó a sustentar económicamente a su familia.
Dos décadas después, ese joven que comenzó a cantar rancheras ha obtenido una nominación al GRAMMY por un álbum que fusiona audazmente los sonidos distintivos de su país con géneros típicamente mexicanos como la ranchera y la banda.
Jessi Uribe estará dando un inolvidable concierto en la ciudad de Medellin con motivo de su cumpleaños en 21 de marzo en La Macarena. Uribe cumplirá 38 años un día después, el dia 22.
Uribe también actuará junto a su esposa Paola Jara, Jorge Celedon y Karen Lizarazo en el Rosemont Theatre Chicago el 23 de marzo.
LA ENTREVISTA
Antes de la ceremonia de premios, Uribe habló sobre su nominación con GRAMMY.com, el viaje creativo detrás de De Lejitos, sus inicios musicales y la evolución de su arte.
Eres el primer colombiano nominado en una categoría tradicionalmente mexicana del GRAMMY. ¿Qué representa este hito en tu carrera?
Este es el logro más significativo de mi carrera musical. Hemos luchado mucho para ser pioneros y esta nominación abrirá muchas puertas para nuestra música de desamor colombiana y la música regional colombiana. Nunca me lo había imaginado, sobre todo con [De Lejitos], que hice con tanto amor.
Nunca antes había podido hacer un disco como este. Me considero un hombre romántico y me encanta la música romántica y ranchera. Por eso creé este disco, que tal vez no llamó la atención, pero Dios tiene su tiempo. Me motiva a seguir haciendo música hermosa, sobre todo cuando es fácil dejarse llevar por las modas.
Compartes esta categoría con titanes del género como Peso Pluma, Carín León y Chiquis, quien lleva un fuerte legado de la música mexicana a través de su madre, Jenni Rivera. ¿Qué pasó por tu mente cuando te viste entre estos nombres?
Estoy muy feliz de ser parte de esto. No es ningún secreto que soy colombiano y es muy raro que un colombiano entre en una categoría puramente mexicana. Parece surrealista, pero sé que es el resultado de todo nuestro arduo trabajo.
Me conocen, he tenido la oportunidad de grabar con Carín y tuvimos un éxito número uno en la radio durante mucho tiempo. He grabado con Espinoza Paz y Alejandro Hernández… todos me conocen y entienden mi amor por la música y la interpretación.
Cuando me enteré [de la nominación], pensé que era una broma, pero gracias a Dios es real y lo estamos disfrutando.
De Lejitos fue, en cierta forma, un proyecto apasionante. ¿Por qué decidiste que tenía que ser lanzado?
Lo tenía guardado y lo lancé el 24 de diciembre de 2023. Estaba en un punto de mi carrera en el que me sentía frustrado y quería hacer algo diferente: lanzar una canción romántica. Estaba cansado de escuchar «no».
Fui a Cartagena con un amigo a grabar el DVD. Le dije que quería hacer todo [en un solo lugar], terminar este álbum y publicarlo en las redes sociales porque sabía que a la gente le gustaría. Esos 12 temas nos permitieron presentarlo a los principales actores de la industria.
El álbum es muy nostálgico. ¿Qué historia querías contar con este disco?
Pasé casi un año y medio seleccionando las canciones y escribiendo tres. Quería combinar el mariachi con la música regional colombiana, así que trabajé mucho con los productores en esa fusión.
Compartí canciones como «De Lejitos» de Gusi Lau en las redes sociales, y la gente se conectó con la letra. Decidí incluir esta canción [en el álbum] pero hacerla súper romántica. Me concentré en la emoción y me olvidé por completo de las tendencias y el atractivo comercial. Pensé que a alguien le tenía que gustar. Fui un poco rebelde al respecto.
Apareces como coproductor en todos los temas. El álbum mezcla la música popular colombiana con la música mexicana, desde la ranchera hasta la banda. ¿Cómo encontraste ese equilibrio perfecto donde los géneros coexisten armoniosamente?
Cuando escucho ciertas canciones, las melodías me vienen naturalmente. Con base en estas ideas melódicas, les digo a los productores cómo quiero que comiencen. Este álbum incluye algunas canciones rancheras muy tradicionales. Más allá de los elementos románticos, quise incluir rancheras porque crecí con ellas, trabajé como mariachi.
Hay una canción de banda sobre el crecimiento personal. Cuando la recibí, supe que no podía ser romántica porque [dada la temática] necesitaba fuerza, así que decidí hacerla de banda. He tratado de involucrarme en todo y el álbum surgió espontáneamente, dejándome guiar por los sentimientos que cada canción evocaba.
¿Cómo ha influido el consejo de tu padre en tu conexión con la música mexicana y tu fusión de géneros colombianos y rancheros como cantante?
He estado cantando [rancheras] desde que era muy joven, y sé que canto por mi padre; primero, por Dios que me dio el don. Mi padre es un gran cantante de rancheras.
Descubrí la música popular colombiana más tarde en la vida, pero trabajé como mariachi toda mi vida. Yo crecí con José Alfredo Jiménez, Javier Solís, Vicente Fernández, Juan Gabriel, Marco Antonio [Solís] y Joan Sebastian, ellos fueron mi escuela.
Mi padre me inculcó el canto ranchero. Después me volví un poco rebelde, ya no quería cantar exactamente como él me enseñaba. Quería desarrollar mi estilo y ahí encontré mi esencia, quién soy y mi manera de cantar e interpretar.
¿Cómo te identificaste y te mantuviste fiel a tu identidad artística con tantas influencias?
En Colombia la música popular se canta diferente. Ese fue el plus, un cantante ranchero interpretando música popular sonaba diferente. Mucha gente se identificaba con los vibratos de la música popular, eso me hizo distintivo.
Mi mayor ídolo era Joan Sebastian, y él no era conocido por el vibrato fuerte. Yo, viniendo de las rancheras, traté de llevar ese vibrato ranchero a la música romántica, terminando las frases casi sin aliento; esas son las cosas que más me identifican.
Junto con Joan Sebastian, Marco Antonio Solís es otro de tus grandes ídolos. ¿Qué aspectos de sus carreras consideras que siguen siendo influyentes. Qué es lo que más me impresiona de ellos?
Su humanidad. Joan se enfrentó a muchos retos: la gente lo llamaba mujeriego, pero cuando la gente escuchaba sus canciones decía: «Qué mono». Él se inspiraba en su vida, y eso me pasa a mí también.
La gente dice que soy coqueto o un mujeriego; soy todo eso en el escenario, pero cuando canto canciones románticas, la gente conecta, y esa es la magia de la interpretación. También admiro eso de Marco Antonio. Tuvo tantos problemas y separaciones, pero cuando cantaba, la gente se olvidaba. Eso es lo que más me gusta de ellos.
¿Es el carácter sentimental de las rancheras el nexo de unión entre la música mexicana y la música popular colombiana?
No es ningún secreto que la música popular colombiana es una rama de la ranchera. [El género] nació cuando las rancheras llegaron a Colombia a través de Javier Solís, Pedro Infante y todas las películas. Todo nos influyó, desde la televisión hasta la música, y el sentimiento siempre encaja.
A los mexicanos también les gusta nuestra forma de cantar y nuestra dicción. Tenemos palabras diferentes. El vallenato es muy romántico y fuerte aquí, y les encanta esa poesía. Fue una unión hermosa, y por eso [la mezcla de] lo regional con lo colombiano, lo urbano con lo regional ha funcionado.
¿Qué similitudes entre estos dos géneros te permiten navegarlos sin esfuerzo?
En la música ranchera y popular, siempre navegamos a través de melodías, dando forma a cómo interpretamos y escribimos. Navegamos a través del sentimiento, a través del romance, a través del desamor.
La música urbana canta a la fiesta mientras nosotros cantamos a los sentimientos, a la cantina, a cada trago que hago me recuerda a ella o cada trago me ayuda a olvidar, cada trago borra su memoria. Siempre tratamos de abordar estos temas.
¿Hay un cambio en los patrones de escucha de la gente hacia música más vulnerable, tal vez porque están abrazando su vulnerabilidad?
No sé qué pasó durante la pandemia, pero nos hizo a todos mentalmente vulnerables. A mí también me pasó. A veces, me siento triste sin razón y quiero escuchar ciertas canciones. Si estoy triste, quiero escapar de la tristeza o quedarme en ella y escuchar canciones. Mucha gente se siente así últimamente. Hay música para cada momento, y en nuestro género, tenemos que cantar sobre el romance, que siempre estará vivo.
Últimamente, todo el mundo quiere dedicar canciones con mensajes [sobre sexo, alcohol y drogas]. También he interpretado esas canciones porque soy intérprete, pero hay música para cada momento.
Empezaste en la música a los 15 años, cantando mariachi. ¿Por qué elegiste la música ranchera como tu hogar en tus inicios musicales?
Porque crecí viendo a mi papá. Él llegaba a casa, bebía y cantaba con tanto sentimiento. Yo lo miraba y pensaba en lo bonito que cantaba. Este género lleva un sentimiento tan bonito. La música urbana no tiene ese sentimiento; es música de fiesta; la salsa es otra cosa. [La ranchera] me atrapó por su estilo interpretativo. Me llevó a esas letras también —el ídolo de mi padre es Vicente Fernández, y eso nos influyó profundamente.
Participaste en “Latin American Idol” en 2008, “La Voz Colombia” en 2014 y “A Otro Nivel” en 2017. ¿Qué te enseñó cada reality que aplicas hoy?
“Latin American Idol” me enseñó a salir de mi zona de confort. Yo solo había hecho rancheras, pero [el programa] era muy pop, música que nunca había escuchado. Me enseñó que como cantante profesional, necesitaba conocer toda la música, no solo rancheras. Empecé a escuchar de todo y me uní a grupos donde cantaba salsa, merengue y lo que me pidieran.
En “La Voz Colombia” descubrí que a la gente le gustaba mi estilo de cantar coqueto. Cuando me daban canciones románticas, las cantaba juguetonamente porque la gente respondía. Ahí fue donde empecé a madurar artísticamente.
El último reality show me llevó al siguiente nivel. Me permitió ser yo misma por completo y estaba dirigido a cantantes más profesionales. Podía cantar libremente, usar vibratos intensos y hacer melismas cuando me daban una canción romántica. Me enseñó a encontrar mi potencial como cantante e intérprete.
Después de “La Voz Colombia”, pensaste en dejarlo. ¿Qué te hizo reconectarte con el arte?
Después de “La Voz”, pensé que sería famosa en Colombia. Invertí el dinero que había ahorrado para un apartamento en videos, música y promoción, pero no pasó nada. No hubo shows ni llamadas. No podía dormir y ya no quería esta vida. Fue un golpe duro. Consideré dejar de cantar para enfocarme en escribir pero no podía arriesgar mi capital en un sueño incierto.
Ahí apareció Rafa, mi manager, que trabajaba en Discos Fuentes, un sello muy conocido en Colombia, y me contrataron. Me dejé guiar y así nacieron éxitos como “Repítela”, “Matemos Las Ganas” y “Dulce Pecado”, canciones que la gente ahora conoce.
En noviembre, lograste tu primer No. 1 en la lista Regional Mexican Airplay de Billboard con “Si Ya Me Voy”. Después de 22 años en la industria, ¿por qué tu música es recibida de esta manera?
Es el fruto de todo el trabajo que hicimos con mi equipo y mi incansable manager. Él encontró algo que yo no había hecho antes; nunca había hecho una canción de banda como ésta. [Para la canción] le dije a [el compositor] Joss Favela que quería algo que representara mi vida. Me encanta estar en el escenario, pero a veces me olvido de agradecer a Dios por lo que estoy viviendo. Tomar algo con la familia o almorzar con amigos se vuelve una rutina, y no sabemos cuándo será la última vez.Por eso hicimos esta canción: Si me estoy muriendo, quiero irme como viví, con mi ataúd rodeado de quienes más me amaron. Si me voy, quiero que la gente brinde conmigo una última vez y cante canciones de desamor en mi honor; yo pagaré por ellas. Muchos la ven como algo sobre la muerte, pero creo que esta canción celebra la vida, recordándonos que la disfrutemos ya que no sabemos cuándo será nuestro último momento.